miércoles, 11 de marzo de 2009

Colombia cultural



En Colombia la construcción de una identidad cultural solo será posible cuando los imaginarios sociales de las fuerzas vivas y productivas de la sociedad sean canalizados y sublimados à través de la creación artística. Esta posibilidad clara y simple que, como una inteligencia autónoma, ha forjado las particularidades del arte de las grandes civilizaciones se ve distorsionada en el país actual. ¿El tropiezo pueda adjudicársele al predominio de la universidad como formadora de los artistas nacionales?

Un oscuro panorama encierra el estudio del arte y sus posibilidades para el desarrollo de Colombia. El negocio de la educación privada o la corrupción endémica de las universidades públicas son males que se olvidan frente a la necesidad de volcarse a las innovaciones artísticas:

Estudios culturales, subjetivismos, teorías que no soportan critica alguna y demás vejámenes se establecen bajo el pedigrí internacional. Son los ecos de sociedades donde si se tienen las cosas bien definidas y donde el arte contemporáneo es simplemente un epifenómeno propio a no saber que hacer con la riqueza.

Mientras tanto, en el subdesarrollo, los vicios triunfalistas y pretenciosos de la turba hija de los años sesenta, son cómplices de un marxismo famélico, de profesores buscando grandes pensiones para morir sobrealimentados sin haber hecho nada màs que ligar sus corrupciones a los improperios y exabruptos del arte conceptual.

Mientras las décadas pasan, los maestros que tenían algo que enseñar han ido desapareciendo enterrados como los indígenas cazados por los colonizadores. En cuando a métodos de trabajo, los medios de difusión colonial exhiben el arte de esta nación bacana: se elogian así las habilidades para engañar. El amarillismo alimenta entonces las grescas callejeras y la teoría del arte se vuelve un juego de exaltación y de exabruptos en medio de una toma de cerveza. Entre tanto, no deja de sorprender la lectura de un texto de maestría de un reconocido artista bogotano donde se lamenta que la sociedad y los artistas del país no hayan aun entendido la importancia del gesto de Duchamp. Ello es clara muestra del colonialismo cultural en que continúan viviendo los artistas de la clase media del país, cuyos hijos se alimentan de la propaganda masiva que llega de Miami y sueñan con el mundo chabacano del latino en Estados Unidos.

La sumisión a Shakira por los canales de televisión nacional sin embargo trasluce algo de autenticidad. Por encima del concierto, se encuentran los paisajes de la geografía de los andes ensangrentados y tórridos. Los grandes finqueros en sus veredas siguen tomando aguardiente y mientras mandan a ametrallar, envían a sus hijos a estudiar a la universidad de los Andes. Estos niños ricos sintiendo un profundo desprecio por todo lo que recuerde que vivimos en un país de origen campesino compran gafas de colores y hablan de arte político. En ese desprecio absoluto por lo autentico, lo único que aun sobrevive en esta nación es algo del folclor transmitido en los bailes de la escuela primaria. La comida es de las pocas cosas que aùn se rescatan de la cultura colombiana. Que viva el cerdo.
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La dirección

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